Artículo de
En el suplemento de
economía del periódico de mayor difusión Español, El País, aparecía el pasado
domingo 14 de abril un artículo muy interesante en el que se ponía en cuestión
el trabajo de las auditorías externas, ya que según su autor dudaba que
en un ambiente de crisis tan fuerte como el actual, los informes de
auditoría reflejarán cada vez menos salvedades. La respuesta se la aportaba
un antiguo alto cargo del sector, el cual entendía que la razón se encontraba:
“en el miedo a perder el cliente, así de sencillo”.
Esta rotación de las Firmas Auditoras tiene defensores y detractores; a
favor estarían aquellos que entienden que esta medida refuerza la independencia
del auditor y, por tanto, incrementaría la calidad de la auditoría; en contra,
quienes opinan que la rotación destruye el conocimiento específico del auditor
sobre la empresa supervisada disminuyendo la calidad del servicio prestado.
La postura de la Unión
Europea es clara y viene recogida en su Libro Verde, con el título
“Política de auditoría: lecciones de la crisis”, incidiendo en la conveniencia
de la rotación obligatoria, ya que: “las
situaciones en las que una empresa lleva décadas nombrando a la misma sociedad
de auditoría parecen incompatibles con las normas que sería deseables en
materia de independencia. Por mucho que los principales socios auditores roten
con regularidad, conforme establece actualmente la Directiva, todavía persiste
la amenaza de familiaridad.
En este contexto habría
que plantearse la rotación obligatoria de las sociedades de auditoría y no de
los socios auditores.”
Por lo interesante del
tema que se nos plantea, que no es otro que la
independencia y objetividad de las opiniones sobre la fiabilidad de las
informaciones distribuidas a los mercados, me ha parecido oportuno
resumir en estas líneas la situación por la que atraviesan los otros garantes
que intervienen en el proceso auditor en el ámbito español.
Extracto del
Artículo de