El
bien más valioso de una firma de auditoría es el silencio. Si entran en
cualquiera de las oficinas repartidas por medio mundo de una big four (Deloitte,
KPMG, Ernst & Young y PwC), lo sentirán. En verano apenas se nota el aire
acondicionado, y en invierno, como mucho, un rumor de zapatos. En los pasillos,
las conversaciones suenan amortiguadas. Los clientes saben que también compran
discreción. Es un andar de puntillas que se transmite incluso a esta pieza. De
las 10 voces que recogen estas líneas, solo la mitad han querido identificarse.
Uno
de ellos es Germán de la Fuente, Director de auditoría, riesgos y transacciones
de Deloitte, firma que avaló en 2010 (posteriormente se negaría a firmar las de
2012) las cuentas de Bankia, cuya salida a Bolsa investiga la Audiencia
Nacional. “Se hizo un trabajo extraordinario y dimos confianza. Fue una
auditoría de calidad”, apunta rotundo.
Pues aseguran que trabajan con la información que les facilitan los
administradores de las empresas, y suya es la responsabilidad de que sea de
calidad. “El objetivo de una auditoría no es detectar fraudes”, analiza Germán
de la Fuente, quien se muestra preocupado por esa imagen “distorsionada” que a
veces le llega al ciudadano de su labor. “Lo malo de nuestro trabajo es que no
se nota cuando lo hacemos bien”. Pero lo que sí siente es la trascendencia de
su oficio. “Vendemos calidad, y cualquier error en la calidad es un daño a la
marca”, repetirá varias veces el responsable de Deloitte durante la entrevista.
Pese a la crisis, los informes auditores reflejan
cada vez menos dudas
Porque
quizá no haya ninguna industria en el mundo que sea tan sensible a una noticia
adversa o cuentas que generan dudas. Y en los últimos meses hemos asistido a
varios ejemplos. Desde Bankia hasta Pescanova, pasando por las tribulaciones de
la auditora BDO. Estos casos han hecho preguntarse a más de uno cómo es posible
que en un ambiente de crisis tan fuerte los informes de auditoría reflejen
menos salvedades. “Por miedo a perder el cliente, así de sencillo”, afirma un
antiguo alto cargo de este sector. Al final, “la auditora lleva tantos años con
el cliente que es rehén de sumanagement y difícilmente le
cuestionará”, indica un abogado que trabaja en la cuadratura de las cuentas de
Pescanova.
Para
una auditora, un cliente como un gran banco cotizado supone al año decenas de
millones de euros, y “¿cómo vas a emitir una salvedad?”, se pregunta un auditor
que analiza a algunas de las principales empresas españolas. “Si el cliente se
queja por un tema de opinión, te saca. Estás en una posición muy débil. Pues
cada año te renueva o no”. Y este es uno de los problemas: el tiempo.
En
España no existe límite temporal para esa relación entre auditora y cliente en
comparación, por ejemplo, con Italia, donde la rotación resulta obligatoria
cada ocho años en las cotizadas. O Francia, que exige dos auditores de casas
distintas. Otro desafío es la crisis, que coloca a esta industria en nuestro
país frente a un escenario nuevo. “Con la recesión se incrementan los riesgos y
los auditores tienen que estar más pendientes”, reconocen en el Instituto de
Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC).
En
la industria admiten que con la crisis su labor se ha vuelto más complicada.
Está aumentando el fraude en las empresas y como respuesta crece con fuerza el
negocio de la auditoría forensic. En el que el auditor investiga
desde las cuentas hasta los correos electrónicos de la empresa. “Lo cual”,
admite un profesional del sector, “es una mala noticia. No somos detectives
privados”.
Las empresas no renuevan el contrato si hay
salvedades, explican los expertos
Pero
la industria encara situaciones inéditas, que afectan tanto al negocio como a
quien lo desarrolla. Primero, porque los auditores más jóvenes nunca han
conocido una época como la actual, “y no se audita igual en recesión que sin
ella”, advierte el responsable de auditoría de una gran firma. Por ello, “hay
que formarles para que no den nada por asumido”. Y segundo, porque la crisis
“garantiza que tendremos cada vez más tensión sobre las cuentas de resultados
de las compañías, y el mercado apretará mucho. Además, el consejo tiene ligada
a su retribución esos ingresos, con lo que crece el riesgo de dirigir el
balance”.
Sobre
tanta incertidumbre, la auditoría en España se enfrenta a un momento
trascendente. “La sociedad exige cada vez más transparencia, lo vemos en la
Monarquía, en las Cortes; y nuestro trabajo está muy vinculado a esta
cualidad”, reflexiona Josep Pou, socio de auditoría de Mazars. Algunos
analistas piensan que las auditoras han asumido pocas responsabilidades por lo
ocurrido, como en el caso de los bancos y cajas que acabaron en el FROB.
Consciente
de ello, el sector intenta tomar la delantera y ha pedido al Gobierno y a la
Unión Europea ampliar sus poderes al revisar las cuentas de las compañías que
fiscalizan. Quieren introducir advertencias sobre la evolución futura del
negocio. “Una de las lecciones que deja la crisis es que a la velocidad a la
que se requieren los datos y se toman las decisiones, la información financiera
histórica no es suficiente. Tiene que ser más inmediata, global, completa”,
dice Hilario Albarracín, socio responsable de auditoría de KPMG. Hace falta
analizar los riesgos éticos y medioambientales o incorporar información sobre
el modelo de negocio.
En
el otro lado, el comisario europeo de Mercado Interior, Michel
Barnier, intenta
reducir la concentración que el sector tiene en torno a las big four e
implantar un sistema de rotaciones para que unas auditoras controlen el trabajo
de otras. Esto es el futuro. Hoy por hoy, las que se hallan más controladas son
las responsabilidades frente a lo que firman y avalan. La Ley de Auditoría fija
que responden de las cuentas de forma solidaria tanto el socio que las rubrica
como la empresa auditora, describe Jesús Alfaro, catedrático de Derecho
Mercantil en el bufete Linklaters. Lo cual resulta interesante porque reduce el
riesgo para estos profesionales, ya que antes la responsabilidad alcanzaba a
todos los socios de la firma. De hecho, en Estados Unidos solo la auditora es
responsable, no quien audita las cuentas.
KPMG
lo ha recordado esta semana en su piel. Un socio desleal, Scott I. London, de
la oficina de Los Ángeles, reconocía haber filtrado durante un par de años
información a un amigo (con el desconocimiento de la auditora) de dos clientes:
Herbalife y Skechers. La reacción, fulminante, de KPMG fue despedir al
extrabajador y renunciar a seguir auditando a las dos empresas. Según The
New York Times, Scott I. London recibía los pagos por su información en
sobres con 100 dólares, paquetes de 10.000 dólares, entradas para conciertos e
incluso objetos de lujo, como un Rolex Cosmograph Daytona de 2011 valorado en
12.000 dólares. El generoso donante era Bryan Shaw, un joyero de Los Ángeles,
quien, descubierto, le delató al Gobierno federal.
Por
economia.elpais.com/
MIGUEL ÁNGEL GARCÍA VEGA Madrid
1 comentarios:
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